Espero que os guste.
A LAS NUEVE UNA FLOR
Me apresuré a terminar el desayuno. Ya eran casi las nueve y sobre esa hora solía pasar ella bajo mi ventana. Me bebí el café de un trago y masticando una tostada corrí hacia la ventana, la abrí y observé ansioso la calle de lado a lado hasta donde me daba la vista. De pronto, apareció ella a lo lejos .Tenía el pelo cano. Andaba despacio, y como hacía cada mañana al pasar por debajo de mi ventana se paró un momento y en silencio mirando al horizonte, lanzó una flor al mar desde el malecón. Después tras permanecer un instante con la mirada perdida, continuó su camino hasta perderse por las callejas del puerto. Así lo hacía todas las mañanas a la misma hora y esa forma de actuar me tenía perplejo.
Durante muchos días, meses y años siguió haciendo el mismo ritual, y yo mientras tanto, la observaba desde mi ventana y me imaginaba la historia triste que la acompañaba.
Quizás algún día, hace mucho tiempo, su amor, embarcó rumbo a tierras desconocidas y la mar se lo tragó, y desde entonces ella lo espera con la esperanza de que algún día vuelva a sentir aquellos cálidos abrazos que ahora son sólo un vacío en su vida.
Yo me imaginaba aquella triste historia cada mañana, cuando la veía aparecer con su flor en la mano calle abajo camino del malecón.
Aunque nunca había cruzado una palabra con ella, yo sabía que alguna triste historia la desgarraba por dentro. Se notaba en su cara el reflejo del sufrimiento y a la vez un rayo de esperanza que de vez en cuando iluminaba su rostro con una leve sonrisa.
Pasaron muchos años y una mañana como de costumbre, apareció calle abajo, pero, algo me sorprendió aquel día. Pude observar que no llevaba en su mano ninguna flor y esperé impaciente por ver lo que sucedía.
Al llegar justo bajo mi ventana, se paró, miró a la lejanía del mar, metió su mano al bolsillo de su viejo abrigo y sacó una pequeña botella dentro de la cual había un papel con algo escrito y la lanzó al agua. Al darse la vuelta para continuar su camino, pude observar en su rostro una sonrisa que nunca jamás había visto. Se la veía feliz como si algo maravilloso hubiera sucedido.
A continuación desapareció como siempre por los estrechos callejones del puerto.´
Yo no pude aguantar más la curiosidad y limpiándome las migas de la última tostada que acababa de desayunar corrí escaleras abajo para ver si podía recuperar la botella y leer lo que ponía en aquel papel.
Embarqué a toda velocidad en mi pequeño bote de remos que tenía atracado en el embarcadero y me dirigí hacia donde había lanzado la botella. La localicé, la cogí y la guardé como si fuera un tesoro. Aunque la curiosidad me corroía por dentro decidí esperar para leer aquel papel tranquilamente en mi habitación.
Cuando ya volví a casa cogí la pequeña botella de plástico y con unas tijeras comencé a abrirla para sacar el papel de su interior.
Me temblaban las manos y mi corazón se aceleraba a medida que desdoblaba aquella nota.
Era una letra redondilla y caligráfica que decía escuetamente: ¡Por fin otra vez juntos! ¡Te amo!
Al leer aquello suspiré aliviado al saber que su amor había vuelto.
Aquella noche me fui a dormir con la alegría de saber que por fin dos corazones alejados se habían vuelto a abrazar y soñé con las historias que él le tendría que contar y con las lágrimas de felicidad derramadas después de estar separados tanto tiempo.
Estaba soñando con aquello cuando un ruido me despertó.
Miré el reloj y eran las 5 de la mañana. Algo sucedía en la calle así que me asomé a toda prisa a la ventana a ver que sucedía y pude ver un camión de bomberos y mucha policía.
Me alarmé pensando que había algún incendio en el edificio.
Me vestí y bajé a la calle a toda prisa. Cuando me acerqué a un bombero para preguntarle por la razón de aquel alboroto, comprendí que no se trataba de ningún incendio. Acababan de sacar del agua un cuerpo al que se disponían a tapar con una manta.
A pesar de la oscuridad pude ver su cara. Era la mujer que lanzaba flores al agua todas las mañanas.
Yacía inerte y pálida, pero pude observar que en su rostro se reflejaba una enorme sonrisa de felicidad y de su mano cerrada un
policía le arrancó una pequeña fotografía de un hombre joven en cuyo reverso alguien había escrito: Para mi amor. Siempre juntos.
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